Carta al héroe
Querido desaparecido:
Te escribo para sacar de mi interior las palabras que describen una imagen de mi misma que me gusta decir que es pasada.
Pero no puedo mirarme en los reflejos de las ventanas pensando que todo es distinto si, cuando alguien que se parece un mínimo a ti pasa por detrás de mi, no puedo evitar seguir su imagen, y luego su cuerpo, alejándose.
Estos días he pensado seriamente sobre aquello que siempre quise ser: una heroína. Mi cabeza está ahora llena de textos, párrafos contradictorios, definiciones en todos los idiomas sobre su significado. ¿Sacrificio? ¿Indiferencia? ¿Individualismo? ¿Madurez? ¿Inocencia? ¿Fuerza? Supongo que lo que queda claro es que la lucha es constante, y que la promueven los grandes valores contra los peores pecados. Creo que los errores humanos se esconden en actitudes aceptadas que nos incluyen en la inmensa mayoría de imperfectos, aquellos que miran al cielo soñando tocarlo, pero que nunca pensarían siquiera en llevar la escalera para intentarlo.
Lejos del miedo, uno debe ser fiel a lo que se escucha en su interior, y aprender las consecuencias que tendría sobre el exterior. Ignorar tu propia voz es uno de los muros más duros, es un aislante de la realidad, te impide tocarla de forma controlada a pesar de poder verla, y solo te permite pertenecer a la corriente. Cierta fuerza es necesaria para hablar con uno mismo sin convertir palabras ajenas en una sensación de pertenencia, ya que todo lo que nos rodea a nivel tangible son herramientas, no pilares ni refugios. Eso debes construirlo tú, desde el suelo, y transformar la cabaña con la que malamente comenzaste a conocerte en el palacio dentro del cual morir con orgullo.
La naturaleza se cobra vidas de forma que a mi aún se me antoja aleatoria, aunque sean atrayentes las teorías que le dan razones para que, de pronto, todo se acabe sin haberlo previsto. ¿Qué sucede con lo construido entonces? ¿Qué valor tienen los valores defendidos, los sacrificios y los logros? Si bien todo lo que nos es ajeno no es más que una herramienta, cuando un alma abandona su mundo, todo lo que queda de él se transforma en más material. De ahí que resulte absurdo luchar en vida por mostrar lo que se verá hasta pasada tu muerte, si es verdaderamente importante.
Por otro lado, y contradiciendo mis propias palabras en tu nombre, que sé que te encantaba, diría que hay que tener muy en cuenta los graves efectos de la ceguera que padecen muchos: ignorancia, miedo, egoísmo, odio, desesperanza, fanatismo... Todos conllevan lo mismo, y en el camino quedan grandes templos de conocimiento y de ayuda abandonados y olvidados, porque se dejaron pasar. A veces uno muere y consigo mismo todo cae. Y si fue un héroe por dentro, ¿quién lo sabe? ¿Es entonces un nombre para aquellos que lo alcanzan de forma individual a pesar de que nadie más lo viera? No lo creo. Igual que un buen padre no puede llamarse así si es un hombre sin hijos.
El mundo quizás tiene una tendencia natural a la perfección, como muchos defienden, que yo creo que reside en la uniformidad, y sólo aquellos héroes que cumplan con una vida dentro de esa espiral serán vistos, y así denominados. Un héroe pertenece al mundo, y habrá de cumplir con lo que es el ser humano ahora, a pesar de poder elegir no hacerlo para evitar el ardor que tanto peso provoca. Respetando siempre su propio ser, el héroe alcanza la luz y describe lo que ve para que todos le oigan, y así puedan avanzar hacia donde se encuentra. Un héroe salva a la humanidad del pozo negro en que se sume cuando ésta no lucha contra la corriente destructiva de la propia vida, una selección natural quizás ahora más intensa en pro de contrarrestar el inmenso poder que ha adquirido el humano sobre la naturaleza. El héroe abre los ojos aunque no pueda ver nada allá donde se encuentra. Y dedica su vida entera a hallar la luz, la espiral perfecta, el camino del tiempo...
Es una decisión que uno toma, y algo en mis recuerdos me dice que tú también querías ser un héroe en muchos sentidos. Quizás es eso lo que teníamos en común, y no es algo que sea pequeño ni mucho menos. Pero cada uno padecíamos una ceguera diferente. Qué choque tan grande fue el de nuestras cabezas torpes, qué daño... Pero pensando en ello quizás pueda afirmar que fue tan accidental como una vida arrancada aleatoriamente. Respetando tu decisión de no arriesgarte a volver a chocar así, me queda decir que seguiré debatiendo sobre qué significa que te fueses de mi lado, aunque ahora afirmaría que no te odio por ello. Me queda lograr que no me invada la pena.
Suerte en la búsqueda de tu propia voz.